En Galicia tenemos una
amplia experiencia con la lluvia, siglos y siglos de aguaceros, lloviznas,
aguanieves, txirimiris y cómo no, orballos. Un tío del norte, que anda sin
paraguas ni chubasquero, ni falta que le hace. Hasta que llega a un sequísimo
país de África, donde cada gota de agua es un tesoro, alcanzando temperaturas
de más de 40 grados a la sombra a lo largo de todo el día y…llega la estación
húmeda, y te cae el aguacero, la llovizna, el aguanieve el txirimiri y el
orballo todo junto en la misma tarde.

Lo primero son las
gargantas y las cárcavas por donde parece que pase agua y a 40 grados lo que te
imaginas son cascadas de sudor, ¿en un cielo imperturbablemente azul durante 7
meses y medio…cuanto tiene que llover para que haga río?
Lo hacendosos que
ves a todas las familias cambiando los tejados de paja también me hacía
sospechar…mmmhhh,¿3 meses debajo de un mango y ahora están cambiando tejados a
toda prisa?
La madre naturaleza,
también deja caer indirectas, un leve incremento de humedad en el aire y el
secarral que deja 7 meses y medio de sol implacable empieza a cambiar a un tono
verdoso, todo comienza a brotar, sin motivo aparente, perezosamente, casi sin
quererlo.
Esto pasa otra
vez y otra más, hasta que las promesas se vuelven realidades y la lluvia se
huele en el aire, una potente ráfaga de viento y comienza a llover de forma
violenta, sin cuartel, de arriba debajo de abajo a arriba, la casa que parecía
segura se convierte en un tambor de lavadora, en el que la ropa son los
papeles, libros y mapas de casa, alguna ropa también es ropa, como la ropa
metafórica…
De blanco a negro,
de caliente a helado, de suave a áspero de frío a mojado. Senegal, país de
contrastes, la lluvia sigue y sigue, que dios nos coja confesados!
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