jueves, 31 de octubre de 2013

Lemur no cata

Iba a hacer una sesuda entrada sobre los miedos a enfermedades en un país africano el instinto de supervivencia y esas cosas hasta que los acontecimientos de la última semana cambiaron mi idea.

Es que , amigos, cuando viajas conoces gente, alguna interesante, otra menos y de vez en cuando llegas a hacer amigos. Amigos que también están de viaje, persiguiendo sueños, viviendo aventuras, explorando el mundo y a ellos mismos. Ellos y uno mismo tenemos una historia que contar, un por que del viaje, aunque no lo sepan aunque no lo sepas ni tu mismo. Coincides con ellos un tiempo, quizá compartiendo el mismo sueño o la misma aventura, viviendo en el mismo espacio, compartiendo penas y alegrías. El tiempo corre rápido y despacio, paradójicamente, cuando te das cuenta ya has desarrollado rutinas, comentarios cómplices, las bromas “personales”, que identifican al personaje, que nos dibujan indirectamente, más de lo que pensamos.

Al final, otra vez, una maldita vez más, los caminos se separan, atrás quedan recuerdos imborrables, aventuras vividas, fiestas, conversaciones bidones de agua cargados, risas hasta las tantas, office, gazzelle y pastis.

Por desgracia, o por fortuna de haber conocido a gente que merecía la pena conocer, esto me ha pasado alguna vez. La experiencia de estas situaciones me dice que por desgracia el trajín de la vida hace que vayas perdiendo contacto
, que los recuerdos se erosionen hasta quedar un agradable aroma de buen tiempo pasado, me decía un amigo de un país muy lejano, que la gente deja páginas en blanco en el libro de tu vida o escoge seguir escribiendo en él. Quizá sea verdad, en tout cas, de los amigos que no necesitan ser invitados a tu casa por que saben que lo están, no necesito explicaciones.

A perri?Mi perraka.


Para el Lemur no cata. Apertas meu!

miércoles, 16 de octubre de 2013

Ida y vuelta

Escribo estas líneas desde el aeropuerto de Barajas (Madrid), algún día le dedicaré una entrada de blog a este aeropuerto…se va a enterar  AENA.
Me voy a Senegal, otra vez, después de pasar un mes en casa. Se hace extraño partir otra vez, repaso mentalmente lo que hice en estas 4 semanas, siempre queda el regusto amargo de la gente que no viste, o con la que te hubiera gustado estar más tiempo. O tareas pendientes, volveré, no hay duda, pero comencemos por el comienzo.



La llegada: La llegada a Santiago fue muy tranquila, amortiguada quizá por varios días de comodidades Dakaroises. Cuando vuelves a tu casa después de tanto tiempo (7 meses) te fijas en cosas, otra vez. Cotidianeidades que se nos escapan a diario, se ven de otra manera en los ojos de un “extraño”. Lo primero que te choca como un tren de mercancías es el idioma, volver a entender absolutamente todo lo que escuchas a tu alrededor. Oír las estupideces de una guardia civil en el arco de seguridad, concretamente, lo comparto con vosotros pues soy hombre generoso, sobre como dejó anonadados a todos sus compañeros beneméritos con un vestido en la boda de uno de sus compañeros y la moña que se cogió; a grito pelado, mientras lo intercalaba con el martilleo de “Cinturones, botas, todo lo metálicoooo.
En la recogida de equipajes coincidí con el gran Rosendo Mercado, con todo su grupo, quise decirle algo pero después de día y medio de viaje…mejor ahorrar saliva.

 Mi equipaje no llegaba, hasta que caí en la cuenta que los vuelos internacionales, de donde venía mi maleta, no yo, tienen una “recogida especial “ . Un guardia civil, me pregunto que si llevaba drogas o armas, tabaco o semillas… llevaba tabaco, “droga?o solo tabaco” mmmhhh pensé en hacer la gracia de el tabaco es droga pero los aeropuertos me dan demasiado respeto sobre todo los que tienen policías dentro. Lo bueno vino cuando tuve que explicar lo que es el aceite de Karité (eso no pasa ni de coña pensé) pero le debí de parecer convincente. “El Karite es un aceite que se extrae de la semilla del árbol Vitellaria paradoxa  y bla blabla” Quizá el guardia usara karite para tener las manos hidratadas?Pensé para mis adentros mientras soltaba una sonrisa maliciosa. No sé cuanto karité pasaría por allí pero era lo más raro que llevaba en la maleta sin duda.

Estancia: Vuelves a casa y todo lo que era familiar se envuelve de un tono oscuro, no por el ambiente, si no por el color, sencillamente. En Senegal todo es brillante, los colores son brillantes de plástico chino (que no fino) y la ropa de la gente de todos los colores. Es un símbolo de África dicen, cuantos más colores más países.

 Mi trabajo en Senegal es la preservación de la biodiversidad de una reserva, tratar de mantener el equilibrio entre extracciones y regeneración a la vez que se mantiene el hábitat para la fauna salvaje. OK, vuelvo a casa y el monte es una plantación de eucaliptos, no un bosque, una plantación. ¿Cuándo ocurrió? Me pregunto, ¿cómo dejamos que pasara? Cuando el monte tenía más utilidad que la puramente maderera (para pasta de papel, la peor calidad) el monte no ardía como en los últimos años. No ardía por que tenía utilidad pública, para todos lo que lo explotaban, ahora son un montón de plantaciones en línea, menos útil para todos y sin ningún equilibrio. Volverán  los gonypterus a arrasarlos, no tengáis dudas, es una barra libre para los parásitos. Recuerdo conocer un chico francés en Montpellier que había pasado en bicicleta por la costa de España y había parado en Viveiro a pasar unos días antes de retomar el camino hacia Portugal. Le parecía un gran contraste la belleza del entorno y que el bosque estuviera tan degradado. Me iba a salir un “xa…” pero no supe que contestarle. A veces NO me levanto con ganas de invadir Polonia.

El resto de la estancia me la pasé de visitas a amigos, retomando buenas sensaciones de pasear a mi perra, abrir una nevera!!, o beber Estrella Galicia. Casi toda mis conversaciones giraron muy a mi pesar sobre mi estancia en Senegal. Lógico, acabada de volver pero tengo más cosas que contar que eso…no?

La vuelta a Senegal: Cuando estás 7 meses en un sitio y vuelves a tu casa para un mes solamente, pasas la 1 semana adaptándote, la siguiente disfrutándolo y las dos siguientes planificando la vuelta al sitio en el que estabas…Así fue…haciendo compras para mis “hermanos” africanos, compañeros de trabajo, y alguna sorpresilla que les llegará en breve. Y la visa biométrica. Ay la visa, el gobierno de Senegal creó una web desde la que es posible gestionar este documento. El problema es que no funciona nada bien, está frecuentemente saturada y los tiempos de respuesta son muy lentos, cuando los hay…Así viajé a Dakar, sin visa, con los dedos cruzados y el corazón a ritmo de cumbia. Darle la oportunidad a un poli corrupto de estafarte, teniendo razón!, y no inventándose tasas o leyes imaginarias es un caso poco corriente. Así me imaginaba a mí mismo, como un pescadito, o un caramelo para cualquier poli con pocos escrúpulos. La llegada al aeropuerto fue en tropel, empujando, amontonados, como reses camino del matadero. Solo les faltaban varas de sauce en la mano. En filas sin sentido esperamos nuestro turno, cada fila podía tener 3 o 4 personas en paralelo, la burbuja de espacio necesaria para cualquier europeo cuanto más al sur vas más pequeña se hace. Y con 30 kg de equipaje sudando la gota gorda, a punto de llegar a la oficina de visados un eficiente guardia senegalés, levantó la voz y nos permitió salir a todos sin visa, los cientos de personas que se apretujaban en el pequeño local del aeropuerto nos miramos sorprendidos. Una máquina no funcionaba bien, me pareció que realmente ya era un poco tarde y los guardias estaban un poco aturdidos con la que se les venía encima. Mañana por la mañana! Gritaban, no hay como un poco de solidaridad senegalesa.

No me gustan los aeropuertos, el de Dakar menos y las decenas de taxistas que te arrastran a sus vehículos menos. Es una lucha constante, me ví en tercera persona, discutiendo a grito pelado con los taxistas, convenciéndolos de que no me iba a subir en su taxi por más que me insistieran en que me conocían y así anduve media hora, hasta que me vista mi hostilidad hacia el transporte público senegalés dejaron de insistirme y de tirarme de las mangas de la camiseta. Cada taxi que paraba se ofrecía a llevarme pero ninguno sabía dónde estaba el Poulagou, el auberge donde me hospedaba, me senté hable con un grupo de senegaleses que también esperaban taxis y la suerte del viajero, un taxista si que sabía donde estaba, precio multiplicado por 5 eso sí, que después de una dura negociación dejo en 1000 CFA todavía un poco alto para la tarifa normal pero siendo “blanco” no puedes esperar más…


Llegué al Poulagou con olores a pescado, al mar que ya pod
ía escuchar y a cordero muerto. El Tabaski se acercaba y… es una historia que os contaré otro día.